Cuatro “peliculotes” y cuatro perspectivas para el tema de la desigualdad:
Globalización desigual: A través de cuatro historias de “mundos” completamente diferentes, la película Babel (Alejandro González de Iñárritu, 2006) hila una magnífica red de conexiones. EEUU, México, Marruecos y Japón. Cuatro países con costumbres tan diferentes, unidas por el efecto mariposa de la economía global. Sociedades tradicionales de subsistencia e inmigración ilegal por un lado. Riqueza, no exenta de depresión, suicidio y malestar, por otro.
Precarización de la clase trabajadora: Muchas películas de Ken Loach han hurgado en la pauperización de las condiciones de la clase trabajadora. En su última película Sorry we missed you (2019) disecciona los males de una economía que se denomina colaborativa. Falsos autónomos esclavizados a plataformas y empresas de reparto de paquetes (o de comida o de personas) que imponen unas condiciones laborales de explotación. ¿Has visto bolsas o botellas llenas de orines en las calles o en las carreteras? Pues eso, ni para mear dejan tiempo sus rutas y planes de reparto. A los profesores, la peli, además nos recordará la pesada “mochila familiar” que traen muchos alumnos.
Lucha de clases: Dijo el multimillonario Warrent Buffet que «la lucha de clases sigue existiendo… y la estamos ganando los ricos». El Informe sobre la Riqueza Mundial (Credit Suisse) lo corrobora: los últimos diez años el número de multimillonarios se ha quintuplicado. La película coreana oscarizada Parásitos (Bong Joon-Ho, 2019) refleja de una manera intrigante la brecha entre la pobreza y el mal olor de un sótano de los suburbios y el lujo y el brillo de una exclusiva urbanización en la cumbre de la ciudad.
La teoría del goteo: La teoría que dice que no hay que preocuparse por la distribución de la renta sino solo por el crecimiento (si se crece arriba mayores serán las migas o las gotas que bajen) tiene su máxima expresión cinematográfica en la cruda El Hoyo (Galder Gaztelu-Urrutia, 2020). En un edificio con cientos de plantas, baja cada día desde la azotea una mesa llena de comida. Bien repartida alimentaría a todos pero no todos están dispuestos a preocuparse por los que viven en niveles inferiores. Y cuanto más abajo, más cruenta es la lucha entre los desposeídos. Algo que permitiera gestionar los recursos de forma más solidaria podría mejorar la vida del colectivo. Obvio. Pero no parece que sea fácil hacerlo. Obvio también.
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